Saigón-Kabul

“Rezamos a Jesucristo con todas nuestras fuerzas,

Nuestras armas eran pesadas.

Nuestros vientres estaban tensos”.

Good night, Saigon. Billy Joel

Dicen que si no entendemos las lecciones, las tendremos que repetir hasta que logremos aprenderlas. A veces, da la impresión de que la Humanidad es de cabeza dura y no entendemos. Más nos valdría aprender a la primera. En la tosudez, nos aferramos a un clavo caliente y no lo soltamos aunque tengamos las manos ampolladas. Para muestra, está el botón de lo que sucede en Medio Oriente y su impacto en la escena internacional. La canción de Billy Joel, Good night, Saigon empieza con el sonido de las aspas de un helicoptero, rememorando aquellas imágenes que recorrieron el mundo en las que se apreciba a la gente subiendo en forma trabajosa, desde la azotea del edificio de la Embajada de los Estados Unidos  en Saigón, al artefacto que sobrevolaba el espacio aéreo. Huían de Vietnam. Se verificaba la victoria Norvietnamita. Ahora, vemos algo similar sucediendo en Kabul.

            Insisto, ojalá hubieramos aprendido. Ojalá no se hubiera tenido que repetir la escena. Desde los aires, un helicoptero se acercó al techo de la Embajada de los Estados Unidos en lam capital de Afnainstán para desalojar a las personas que trabajaban ahí y que colaboraron con los estadounidenses después de que el presidente afgano huyera del país después de que los talibanes conquistaran Kabul. Muchos medios se sorprenden de la rapidez con la que el ejército talibán tomó control de Afganistán, sin embargo, era de esperarse. Donald Trump ya había anunciado el regreso de las tropas y Joe Biden honró ese compromiso. De hecho, Barak Obama ya había dicho que se daría fin a esa guerra —y se le otorgó el Premio Nobel de la Paz— pero ni sacó al ejército de territorio afgano ni cesó la ocupación. La pregunta de Biden resuena como un eco a lo largo y ancho de la superficie terrestre: ¿cuántas generaciones de norteamericanos tenemos que mandar para preservar el orden? Pareciera que veinte años no fueron suficientes.

            El envío de las tropas estadounidense se dio después del derrivamiento de las Torres Gemelas en Nueva York, de los ataques al Pentagono y todo lo que sucedió aquel terrible día que la Humanidad recuerda como 9/11. En la confusión de los sucesos, Osama Bin Laden fue marcado como el promotor actuante de esas atrocidades y Afganistán fue el país en el que se dijo que estaba escondido. Fue George W. Bush y su administración las que iniciaron los movimientos bélicos contra un Estado Islámico sumamente agresivo, extremista y bélico.

            La interpretación que se hizo del Islam fue extrema. Las mujeres debieron de ocultarse tras la burka que es una especie de túnica que deben usar cuando ellas se encuentran fuera de su casa o frente a un hombre que no es integrante directo de la familia. La ley se aplcia a la letra y la única válida es la que emana del Corán. Los infieles, es decir, aquellos que no siguen las tradiciones tal como ellos las marcan, caen en la calidad de enemigos que, o se alinean a sus reglas o serán castigados. Es frecuente que se administre la pena de muerte en juicio sumanrio, es decir, sin juicio que tenga acceso a defensa.

            Ahora, la realidad en Afganistán tiene al mundo de un hilo. ¿Qué va a pasar en aquellos territorios? Será algo similar a lo que sucedió en Saigón en aquellos años. Se instalará un nuevo regimen. El Estado Islámico se contuvo dadas las circunstancias que mantuvieron a militares norteamericanos allá. Y, uno se pregunta si ese tipo de intervenciones son válidas o si un gobierno que se instla a base de balas y fuerza es legítimo. En fin, las cosas se ponen a punto de ebullición en Medio Oriente. Los estadounidenses se fueron y ahora el escenario cambió radicalmente.

            Ojalá se hubiera aprendido la lección. Ojalá no hubiesémos tenido que ver imágenes de la Embajada de los Estados Unidos siendo desalojada de esa forma, una vez más. Entonces, queda plantearnos la pregunta: ¿cuál es la lección que no hemos aprendido?

Photo by Rulo Davila on Pexels.com

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