Una historia de amor inocente (El rumor del oleaje)
El rumor del oleaje
Mishima
Traducción de Keiko Takahashi y Jordi
Fibla
Alianza Editorial
Madrid, 2017
El rumor del oleaje es una
tierna historia de amor de dos adolescentes, que recuerda a la de Romeo y
Julieta pero nos exenta de la tragedia. Ocurre en la pequeña isla de Utajima,
al sur de Japón. Sus pobladores viven en un mundo aislado y hermético, pero al
mismo tiempo idílico. En la estructura de la novela hay un diálogo permanente
entre la historia de amor y la que ocurre en la isla donde todos se conocen y
saben de sus vidas. Es, asimismo, una clara muestra del talento del escritor
japonés Yukio Mishima.
Esta novela
fue publicada en 1954 y se sitúa en una pequeña isla del Japón alejada del
ajetreo de otros lugares que se adentran más en la civilización naciente en el
siglo XX. Esta novela breve cuenta una
delicada historia de amor entre dos jóvenes —una de las más bellas de la
literatura universal—: un rudo pero sencillo muchacho natural de la isla y una
joven que llega de fuera y que rápidamente llama la atención de todos los
miembros de la comunidad por su belleza.
El
rumor del oleaje registra con precisión y a detalle la vida de esa
comunidad de pescadores. Están lejos de lo que ocurre en el resto del Japón.
Ellos y sus familias viven como lo hicieron sus antepasados. Aquí nada ha
cambiado. El autor recrea la armonía que existe entre la naturaleza y los
habitantes de la isla.
“Tenía la frente húmeda de sudor
y le brillaban las mejillas. Soplaba el viento del oeste, recio y frío, pero a
la chica parecía agradarle, pues volvía la cara enrojecida por el esfuerzo
hacia el viento y dejaba que ondease su cabello”. (p. 16)
La novela
destaca por dos aspectos muy importantes: su sencillez y su hermosura. “El
rumor del oleaje” destaca por la pulcritud con la que fue escrita, la simplicidad
con la que narra la historia y la precisión con la que escribió esta anécdota
de amor juvenil. Entrar a Mishima por esta novela es un acierto ya que nos
invita a la lectura de sus obras más arriesgadas, sin tener la sensación de
entrar en el territorio desconocido de una literatura excesivamente exótica o
en la complejidad del modernismo del siglo XX. Nada de eso encontraremos aquí.
“En aquel
momento experimento el vago placer de la curiosidad satisfecha” (p. 17)
La
sencillez es la virtud del escritor, pero con un notorio rigor formal. No es
una novela simple ni desabrida, todo lo contrario. Desde los primeros
capítulos, Mishima evita hacer un complejo despliegue literario, construyendo
en su lugar, los cimientos de su historia y su tan especial ambientación. Así
se proporciona la información necesaria sobre el lugar, los personajes, la
geografía y los datos complementarios, para arrancar con todas las certidumbres
posibles para después desarrollar la historia llevando de la mano al lector
como si de un cuento se tratase, con una evidente e incluso extraña afabilidad.
Se agradece que el autor no nos torture con una verborrea innecesaria.
“Shinji y Ryuji intercambiaron miradas
y se echaron a reír. Era de suponer que ambos se habían ruborizado, pero el
bronceado de su piel era demasiado intenso para que se les notase” (p.30)
La importancia
de la comprensión de un fenómeno de cambio de paradigma en una sociedad
completamente diferente a la nuestra, como la japonesa. Esta novela es un
recorrido de significaciones y símbolos sociales de la Modernidad japonesa. La
obra de Yukio Mishima, la literatura japonesa de posguerra, estuvo marcada
fuertemente por la influencia de la devastación de Japón. Mishima escribe en
forma velada sobre la confrontación entre la Modernidad y la tradición desde
las expresiones artísticas.
“Entonces, pensó:
¿podría Dios castigarme por una plegaria tan egoísta?” (p. 40)
“No le quedó
más que un profundo remordimiento, la sensación de que había dejado de hacer
algo importante” (p. 41)
Comprender la
relación teórica entre sociedad y literatura; analizar en la literatura de
Mishima la situación social del Japón de la posguerra; y entender la crítica a
la modernidad japonesa en la obra de Mishima es la oportunidad que nos presenta
esta novela. Por lo tanto, sirve tanto para entender las transformaciones
sociales de Japón como para analizar la relación entre sociología y
literatura.
“Pero el pueblo
y el puerto, encarados al noroeste, seguían sumidos en la noche” (p.50)
“Las malas
intenciones no pueden viajar tan lejos como las buenas” (p.63)
Todos estos
elementos aportan razones para escoger a este autor intenta guardar las tradiciones
y fidelidad al Japón imperial, lo que se refleja en su literatura. Mishima
forjó su estilo literario a través de las secuelas de la guerra, por lo que sus
escritos son un espejo de la Modernidad en Japón, y presentan un campo fértil para
entender la relación entre sociología y literatura.
“Bueno, no hay
ninguna duda de que esta hija mía que ya se ha hecho adulta es fea. Eso me
entristece deveras. Yo mismo soy tan feo que es de suponer que tengo la culpa.
Claro que en realidad debe de ser cosa del destino” (p.79)
Al buscar
entender las transformaciones sociales de la modernización japonesa a través de
El Rumor del Oleaje de Yukio Mishima, se buscó resolver un vacío. La
hermenéutica nos permite entender relaciones complejas entre el texto y su
correspondencia con su momento histórico. Esta correspondencia es lo que se
conoce como intertextual, es decir, supera a los contenidos y formas, y se
juzgan intencionalidades que entrelazan el contexto social, el contenido
textual, los silencios textuales, la forma y la expresión del conjunto.
“Siempre
deseaba que, aunque fuese una sola vez, un hombre la mirase y sus ojos dijeran te
quiero en lugar de me quieres” (p. 80)
El otro método
es el pragmático, que conlleva una relación connotativa del discurso que
denota, es decir cómo los discursos se insertan más allá de su denotación
semántica, en un orden más amplio, en su connotación socio cultural.
Muchos lectores
coinciden que el personaje central de la novela es la vida en la isla y su
naturaleza, no los jóvenes enamorados. Como parte de esa vida están las
tradiciones y las costumbres ancestrales del Japón. Está también el océano y el
ruido de las olas, la fuerza del viento y de la lluvia, los amaneceres y los
atardeceres, los olores del mar.
Con paciencia,
Mishima nos va narrando la historia, como si su técnica fuera el goteo. Poco a
poco iremos atestiguando el enamoramiento entre los muchachos. Mishima nos
muestra ese cariño que oscila entre la inocencia y el erotismo, que pone el
acento en la atracción mutua que sienten los protagonistas de la novela. Shinji
es un valeroso pescador y Natsuo, la bondadosa hija de un comerciante recién
llegado. En la narración no hay nada superfluo, nada indirecto, y nada
escondido. Esta novela puede ser leída por un niño o por un novato sin mayores
problemas. Sin embargo, el ritmo que impone su lectura es semi-lento, como si
esta parsimonia fuera un requisito para degustar de sus cualidades literarias,
entre otras: la belleza poética, el oportuno uso de simbolismos y un preciso
manejo del lenguaje.
Por supuesto,
en la literatura y en la vida, hay obstáculos que sortear. Otra muchacha
enamorada previamente del joven y otro muchacho que también se ha fijado en la
recién llegada provocarán (la primera de manera involuntaria y el segundo de
manera muy voluntaria) que los enamorados tengan que enfrentar la oposición del
padre de ella y que el muchacho tenga que superar una dura prueba para
conseguir a su amada.
“En aquel
momento tan sólo experimentó el vago placer de la curiosidad satisfecha, y
ahora, transcurrido un buen rato, cuando subía por el sendero que llevaba al
faro, se dio cuenta de lo grosera que había sido su inspección. La vergüenza le
coloreo las mejillas.” (p. 17)
La acción se
desarrolla en Utajima, una diminuta isla japonesa con su provinciano ambiente
marítimo. En ese microcosmos abundan los chismorreos, las supersticiones, las
leyendas y las maldiciones; pero al mismo tiempo esa isla nos ofrece un
virtuoso entorno moral, en el que la gente es incapaz de robar o matar, y se
mantiene a salvo de las influencias negativas del exterior. Hay al menos un par
de escenas eróticas decididamente castas, en las que la blancura del libro y de
sus personajes destaca por sobre todas las cosas.
“El mar era el
lugar donde se ganaba la vida, un campo ondulante en el que, en lugar de
espigas de trigo mecidas por la brisa, la blanca y amorfa cosecha de olas
ondeaba eternamente por encima del azul uniforme de un suelo delicado y
productivo.” (P. 30)
“…un día así
le parecía el más estupendo de los festivales. Era un festival glorioso, pero
no por el azul del cielo y las banderas que ondeaban en lo alto de las astas
rematadas con bolas doradas, sino por la tormenta, el mar enfurecido y un
viento que ululaba al soplar entre las abatidas copas de los árboles” (p. 87)
Pero la verdad
es que esta sinopsis resulta engañosa, ya que el argumento, que es de una
sencillez pasmosa no es precisamente lo que hace de esta novela el clásico que
es. En cambio, si algo destaca de la misma es el lirismo que transmite la prosa
de Mishima de principio a fin. Desde el primer momento nos vemos atrapados por
la atmósfera bucólica de esa isla que parece apartada del progreso, y
suspendida en el tiempo, en la cual se mantiene un estilo de vida tradicional
dominado en todos sus aspectos por el mar: los hombres dedicados a la pesca
enfrentando los peligros del mar en sus pequeños barcos y las mujeres dedicadas
a bucear medio desnudas para recoger ostras del fondo marino. La descripción de
ambas actividades que crean lazos de unión entre los miembros del mismo género
(los hombres formando una especie de clubs sociales de jóvenes y las mujeres
acostumbradas a ver sus cuerpos desnudos y a hablar de los mismos entre ellas
con total confianza) constituye el trasfondo de la historia de amor y supone con
la misma un contraste de una belleza difícil de explicar.
“Chiyoko
estaba convencida de las ventajas de unas facciones tan feas como ella creía
que lo eran las suyas: una vez que su rostro se endurecía en el molde, podría
ocultar sus emociones con mucha mayor destreza que un rostro hermoso. Sin
embargo, lo que ella consideraba fealdad no era más que la máscara de yeso de
una virginidad absorta en sí misma”. (p.104)
En definitiva,
una pieza ideal para introducirse en la obra de uno de esos escritores que de
no haberse suicidado tan joven, como luego haría su maestro y amigo Yasunari
Kawabata, probablemente habría ganado el Premio Nobel de literatura como sí que
hizo aquel, ya que su prestigio que ya era mucho en vida, no hizo más que
crecer tras su muerte.
Ven, asómate a ver lo que estoy pensando
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