Parece que el término neoliberal está de moda. Todo el mundo opina y la mayor parte de lo que se dice no son cosas buenas. El Presidente López Obrador lo ha convertido en el receptáculo de la basura más inmunda, en antihéroe por antonomasia, el sinónimo de ratería y seguramente algunos padres ya dejaron de asustar a los niños con el robachicos y ahora les meten miedo con los neoliberales. Parecen tan lejanos aquellos años noventa en los que entender de economía, de finanzas públicas, de política monetaria y fiscal era algo bueno.
Ahora, ser neoliberal es lo mismo que ser un ratero. Parece que gracias a los neoliberales, el país se entregó a una horrible mafia del poder que dejó un cochinero por su terrible deshonestidad y por las negras intenciones de llenarse los bolsillos de dinero proveniente de la corrupción. En estos momentos, muchos preferirán ser neoliberales de clóset que decir que no está mal eso de aspirar al libre tránsito de personas y mercancías, a ver que las fronteras se desdibujan, que los países se globalizan y las zonas en el mundo cooperan. Mejor pico de cera, porque el Señor Presidente decretó la muerte del neoliberalismo. ¡Qué les corten la cabeza!
De la misma manera que El Incorruptible, Maximilien Robespierre se constituyó el defensor de los sectores más desposeídos y sobre esas bases gobernó Francia de forma autocrática, sumiendo al país en un período de persecuciones políticas, incertidumbre generalizada y continuas ejecuciones por traición, sedición, conspiración, entre muchos otros crímenes, así México está empezando a purificarse y a purgarse de estos malvados neoliberales. Así como Robespierre fue firme, autoritario y decidido a depurar a Francia de cualquier opositor a la Revolución y llegó a justificar en su defensa el uso de la pena de muerte a la que tanto se había opuesto en el pasado, así los neoliberales se deberán ir a la sombra o a la guillotina para que entiendan que al país no le debieron haber hecho tanto mal.
Yo que creí que cuidar los índices de inflación, las tasas de interés, el tipo de cambio era bueno; yo que pensaba que la independencia del Banco de México —como la de cualquier otro banco central en el mundo— sería un freno contra la indisciplina fiscal y monetaria de todos estos gobiernos que nos arrastraron de una crisis a otra; yo que sostuve que la vigencia de tratados internacionales era buena igual que la apertura a la competencia global; yo que me convencí de que las fuerzas del mercado con una intervención del Estado como arbitro para una competencia igualitaria era conveniente, ahora me entero que debo haber estado equivocada.
Aparentemente, la deshonestidad, los compadrazgos, la frivolidad, los contratos sin licitación salieron de las mentes perturbadas de Friedman y Keynes, en vez de las malas prácticas de quienes ejercieron el poder en gobiernos anteriores. Entiendo que las políticas neoliberales agrandaron la brecha entre los que todo lo tienen y los que nada poseen. Pero, hasta donde alcanzo a ver, la distribución de la riqueza también falló en Cuba, en la Unión Soviética, en las economías que estaban del otro lado de la cortina de hierro y nada más hace falta echarle un vistazo a los efectos de la política bolivariana en Venezuela para ver que, a lo mejor el Presidente López Obrador trae un desface de percepción.
No sé, a mí me parece que el neoliberalismo tiene aspectos criticables, pero no todo lo que se hizo bajo esta óptica ha estado mal. La economía en México está ahora en una encrucijada. No quiere imitar a esos gurús económicos a los que tanto se ha criticado, abe preguntarse: ¿Hay verdades universales en economía? Entonces, se recurre a la teoría. La eficiencia con la que los recursos están distribuidos es un determinante crítico del rendimiento de una economía. La eficiencia requiere alinear los incentivos de la producción doméstica y las empresas con los costos sociales y las prestaciones. Los incentivos a los que se enfrentan los emprendedores, inversionistas y productores son particularmente importantes para el crecimiento económico. El crecimiento necesita un sistema de derechos de propiedad y ejecución de contratos que asegure a quienes invierten que pueden conservar el retorno de sus inversiones. Y la economía debe estar abierta a las ideas e innovaciones del resto del mundo. Pero las economías pueden descarrilarse por inestabilidad macroeconómica, continúa. El gobierno debe aplicar una política monetaria sólida, lo que implica restringir el crecimiento de liquidez al incremento de la demanda del valor nominal del dinero con una inflación razonable.
Caigo en la cuenta y me acuerdo de Robespierre. Me paso la mano por el cuello y concluyo que no me gustan las guillotinas.