A favor de la diversidad

Nos parece increíble, pero hubo un tiempo en que la homosexualidad era catalogada como una enfermedad mental. En esa condición, ser homosexual significaba estar enfermo y las enfermedades se deben curar. Es decir, si alguien se sentía atraído por una persona del mismo sexo, tenía una alteración de la salud que afectaba el funcionamiento de su persona y de la colectividad. El enfermo que padece un mal, puede contagiar a otros que estén sanos e infectar con su mal a personas que no lo padezcan, es preciso curarlo. Pero, ser gay no es lo mismo que tener gripa. No se cura con pastillas ni con inyecciones ni con choques eléctricos. No se cura, como no se cura ser mujer o ser hombre. Es una condición del ser. 

Por suerte, el 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud borró del catálogo de enfermedades mentales la homosexualidad. Ser lesbiana, un hombre que le gustan los hombres no es estar malito ni significa ser prerverso, promiscuo, malvado, pervertido, ni nada oscuro. Al descatalogar la homosexualidad como una enfermedad se busca eliminar razones para discriminar, para rechazar, para temer.

La homofobia, según su significado etimológico, es el miedo a quienes prefieren a los que son iguales, es decir, a los que son del mismo género. Entonces, asusta que alguien se sienta atraído por otro del mismo sexo. Genera miedo la intimidad de una pareja. Las sensaciones de alerta se  disparan cuando veo a dos mujeres darse un beso y se siente angustia cuando dos hombres se toman de la mano. Se siente  peligro cuando veo que dos personas actúan en forma diferente a lo que yo creo que debe ser, o peor aún, a lo que yo quiero que sea. Se activa el absurdo.

El miedo deviene en odio. Desprecio a los que no ven el mundo como yo lo veo, a los que no siguen las reglas que yo impongo. El 17 de mayo se ha convertido en el día de la tolerancia a la diversidad. Tolerar es aguantar las diferencias, soportar al que no ve la vida  como yo. Eso, que es un avance frente al odio y al temor, pero no es suficiente. Este día debiera promover el respeto a la intimidad del ser humano. Cada quien es libre de hacer lo que quiera cuando cierra la puerta de su habitación,  mientras no lastime a nadie. ¿Qué daño engendra una expresión de amor en privado? Si te gusta el rosa o el azul, debo de respetar tus preferencias de la misma forma en la que tú estás obligado a respetar las mías.

El odio se genera cuando se intenta imponer mi punto de vista. Cuando queremos meter la nariz en la vida de otros y dictarles las reglas de vida. No se trata de soportar a los que viven distinto a mí. Pero eso nos incluye a todos.  Los heterosexuales y los homosexuales nos debemos respetar. Ser homosexual no implica ser mejor que ser heterosexual o viceversa. Un gay no debe de verme con odio porque soy buga. No me debe despreciar, de la misma forma en la que yo no tengo razones para juzgarlos. 

Entonces, de lo que estamos hablando es de arrogancia. La homofobia es el grado superlativo de la altanería. El antídoto es elevar las miras. Es dejar de creer que yo estoy del lado correcto.  Es respetar la diversidad. Es entender que lo que pasa en el interior de cada casa que no es la mía, no es mi asunto. Mis gustos no me determinan más allá de lo que prefiero, por eso, más que tolerancia, tenemos que abrir los brazos a aquello que me resulta diferente. Sin juicios. Total, ya entendimos, no es enfermedad, no se contagia. Ver el mundo con esa perspectiva es lo que celebramos el 17 de mayo, es entender la mirada del,otro. Créanme, es sorprendente y gratificante. 

Sin odio

Vivir sin odio es vivir sin cargas. Hay distintos tipos de odio pero, en términos generales, uno nace del resentimiento y otro germina de manera espontánea. El recuerdo constante del mal recibido es distinto al desprecio sin razón, de todas formas ambos son pesados. El peor de todos los odios es el que se genera por la condición de otro ser humano, por sus diferencias. Es vil, pues nace de un juicio en el que yo me situó en una posición de superioridad y desde ahí sanciono. Es el peor porque en la mayoría de los casos no pasa por el tamiz de la razón.
Aborrecer a alguien por su preferencia sexual es una de las prácticas más comunes e ilógicas. En el mundo es difícil ser diferente. Juárez lo dijo de manera contundente, el respeto al derecho ajeno es la paz. Hoy en día, para sentirnos de avanzada, hablamos de tolerancia. Tolerar es sinónimo de aguantar, de apechugar. Tolerar no es suficiente. Es necesario respetar.¿Por qué debo yo de juzgar si a ti te gusta el azul o el rosa?
Tengo muchos amigos gays. Tengo muchos amigos heterosexuales. Con ninguno hablo de lo que sucede en mi habitación cuando cierro la puerta. Para mi son iguales. La intimidad es algo sagrado y personal. Nadie debe juzgarla, hacerlo nos deja fuera de lugar.
La soberbia es el pecado capital más grande, es atribuirnos funciones que no nos corresponden, es sentirnos Dios sin serlo. Hay muchos que disfrazan su odio con variedad pieles para que pasen como algo adecuado, para justificar su odio. Dicen que ser gay es indecente, es en contra de la naturaleza, que Dios no lo ve bien. ¡Ah, que caray! Yo entiendo que Dios es amor. Amor inagotable que no se detiene ni por el color, ni por el sexo, ni por credo, ni por preferencia sexual.
El odio gratuito es una forma de estupidez mayúscula, la homofobia es eso. Despreciar a alguien por sus elecciones es absurdo y no me da motivo para verlo por encima del hombro. Si el odio es una carga para el alma ¿Por qué voy a acarrear un lastre por la vida de balde? Especialmente cuando lo que elige el otro no me afecta, ni me falta en forma alguna. En su territorio, nada tengo que opinar.
Igualdad y respeto. Ser gay o ser buga, ser homosexual o ser heterosexual no es ni mejor ni peor, es sencillamente diferente. Ni superior, ni inferior. La estupidez y la grandeza de alma se alojan en el corazón del ser humano con independencia de sus preferencias sexuales. La pequeñez de espíritu se da cuando le dejamos más espacio a la antipatía que se obsequia sin motivos. El desprecio encoge el alma y destiñe la inteligencia.
Yo me pronuncio por un México sin homofobia. Entre odiar y amar yo prefiero amar. Sin duda. Sin vacilación.

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