Desde la sombra, Juan José Millás

Desde la sombra

Juan José Millás

Seix Barral, Biblioteca Breve, España (2016)

Leí Desde la sombra por múltiples razones y también por una sola. Las múltiples razones fueron: una recomendación de Leonardo Curzio, el hecho de haber leído por años las columnas de Millás que publica en la revista dominical del El País, pero jamás sus libros y el hecho de que hubiera elegido un título tan parecido a uno de mis propios libros. La razón sola era que quería leer algo en español y esa opción me pareció atractiva.

Juan José Millás vence el reto de la hoja en blanco con una propuesta curiosa. Hace una versión moderna del duende remendón y la remasteriza en una especie de actualización para nuestro sistema operativo del siglo XXI. Ya sabemos lo que sucede con las actualizaciones, no todo es tan esplendido como creíamos. La aventura de Damián Lobo, personaje principal de la novela es curiosa, es una deconstrucción del viaje del en la que el personaje se diluye como una pastilla de jabón (181).

Se narra una anécdota inverosímil, un pequeño hurto en un mercado de pulgas detona una aventura de transformación singular. Se abre el telón para mostrar la vida de un hombre español que perdió el trabajo y con ello identidad y sentido de vida. Entra en un mundo de alucinación en el que el personaje declara: mi cabeza jamás había funcionado a tal velocidad, ni en situaciones laborales más comprometidas, que fueron muchas a lo largo de veinticinco años de trabajo (48).

Damián Lobo se transforma en el gnomo que desaparece de día y de noche hace pequeñas cosas buenas que ayudan en la cotidianidad, al principio de una familia y luego específicamente de Lucía, la protagonista femenina. Un armario se convierte, como en los Cuentos de Narnia, en un vehículo por el que se cruzan las rayas de la novela: la realidad y en cierto modo, la verosimilitud. La ranura desde la que me asomaba a la vida de otros (61)

Esos otros son Lucía y Fede, un matrimonio que vive en una casa en los suburbios de Madrid, tienen una hija, María Lucía y viven el vértigo de la vida en la que no alcanza el tiempo. Por supuesto, las labores domésticas recaen en una Lucía exhausta por el trabajo fuera de casa y es la única que se hace cargo del que se debe hacer para que el hogar funcione, pero no tiene tiempo de todo. Entonces, Damián Lobo se transforma en el Mayordomo Fantasma. El caso es aue la pila está llena de los chacharros sucios de la cena y las tazas del desayuno —continuó Damián—, así que me quité la chaqueta, me remangué la camisa y me puse a fregar (67).

Hay textos que son escritos para escritores, Millás lo entiende y busca innovar. Sustituye el monólogo interior con un talkshow que sucede en la cabeza de Damián Lobo, el Mayordomo Fantasma, retoma la figura psicológica del amigo imaginario de la infancia y lo materializa en una forma narrativa novedosa, curiosa y, a veces, molesta. Como si le diera vergüenza confesarlo, o como si dudaran entre decir la verdad o perder la oportunidad de que la cámara los enfocara (51).

Sergio O’Kane es el conductor sensacionalista de este show imaginario que será sustituido por Iñaki Gabilondo, un animador menos efectista, más porfesional y más de acuerdo con los gustos del padre de Lobo. En la mente del protagonista terminarán fusionados en un Iñaki O’Kane a los que admite y despide del pensamiento sin muchas razones evidentes. Aunque No sé, quizá no, da igual. Era el showman de televisión que me hacía entrevistas hasta ahora, pero lo he despedido porque resultaba vulgar. Estoy entrando en una etapa en la que prefiero el prestigio a la popularidad (136).

La novela está dividida en tre partes: en la primera, vemos como Lobo se mete en un atolladero por el cual términa viviendo de incógnito en casa de Lucía, Fede y María Lucía. En la segunda, vemos la transformación de Damián Lobo en El Mayordomo Fantasma y en la Tercera un viaje, una alergia y una oportunidad son la base que llevan al desenlace de la narración. El final es la evidencia de como un hilo narrativo puede pasar de lo inverosímil a lo interesante y llegar al desastre. Millás no supo qué hacer con el final.

A pesar de que está correctamente escrito, el lenguaje resulta afectado y en muchas ocasiones suena anticuado. Se le ven las costuras al intento de modernidad, cuando intenta meter artilugios como un celular, el ordenador, los chats, se revela la intención de quien mueve la pluma, falló la edición que debió cuidar esos detalles. Sin embargo, es un texto entretenido que en ocasiones toca los límites de lo sublime.

Digo que es sublime porque es la visión de un hombre frente al esfuerzo diario de los quehaceres domésticos. Un escritor es un observador, un buen escritor es un extraordinario observador que pone atención en los detalles para desvelar lo grande. Si la queja viniera de la pluma de una mujer, más de alguno la catalogaría como un exceso en el lloriqueo. Al venir de un externo que mira y toma en sus manos el cansancio que raya en el agobio, se llega al umbral de lo magnífico. Millás se asoma a la ternura Al pensar en la mano derecha de Lucía y en la ausencia de ese dedo índice, sintió una ternura sin límites por ella, e imaginó que la llevaba hasta su pecho para proteger el resto de los dedos. (152). Juega con el tiempo El tiempo había desaparecido (181), Todo sucedía en décimas de segundo que se estiraban como si el tiempo se hubiera convertido en una materia plástica.

También digo que es un libro escrito con una intención dedicada a otros escritores y, en medio de la narración, encripta mensajes para los que pertenecemos a ese grupo que busca generar sensaciones en otros por medio de la palabra: Lo fantasmagórico poseía ahora una corporeidad insólita. Bastaba encender el interruptor de la lectura de aquellos volúmenes para que la realidad perdiera los límites acostumbrados. 

De alguna forma, Millás logra hacernos entrar en un mundo de fantasía con duendes y amigos imaginarios y eso se agradece, lo malo es que al final,  nos dejó caer y eso nos deja un chipote que no es agradable.

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