Lady Profeco

Algunas veces ofrecer una disculpa no es suficiente. Si yo ensucio un hermoso mantel blanco y digo: ¿Me perdonas?, la mancha seguirá ahí. no importa si fue sin querer, disculparse no basta. Hay que reparar el error. Claro que hay de errores a errores. Peor si la que cometió el desaguisado es una hija. A los padres nos duelen los tropezones de los nuestros, lo malo es que algunas veces no sólo los toleramos, sino que nos hacemos los disimulados, para no enfrentarlos, para no corregirlos. Resultado: arrojamos monstritos incontrolables al mundo. ¿Qué culpa tiene el mundo de nuestra falta de energía? ¿Por qué tendrían que tolerar a una berrinchuda indomada a la que no se le pudo educar?
Y, luego, ahí están los padres poniendo la cara por los hijos. Así le pasó a Humberto Benítez, titular de la Procuraduría Federal del Consumidor, una instancia creada para proteger a los ciudadanos de los abusos de los que ofrecen productos y servicios. Pero, ¿quién nos protege de los exabruptos de los familiares de los funcionarios?
Andrea Benítez, hija del procurador del consumidor, niña berrinchuda, que no sabe que su padre es un servidor público, no un señor feudal, arremetió contra el restaurante Máximo Bistro que cometió la terrible falta de no asignarle la mesa que su majestad Lady Profeco quería. La reacción de la tiranita fue hablarle a las poderosas huestes de su padre, que ya dije no son de él, sino de la Procuraduría del Consumidor, echó la carne al asador y con la furia de vulcano, ordenó que se clausurara el establecimiento.
Los diligentes funcionarios, salieron a toda prisa con sellos en mano, para obedecer los deseos de su altísima majestad. ¿Y la defensa del consumidor? Esa, que espere. ¿Y la defensa del consumidor? Sí, señoras y señores, se transformó en un instrumento de coerción.
Por desgracia, ya nada nos sorprende. Una dependencia que en su origen fue una buena idea, que era bien intencionada, se ha convertido en una forma de amenazar a la gente de buena voluntad que no hace más que abrir las puertas de su negocio y pedirle a Dios que hoy no lo vengan a extorsionar. Hay tantas revisiones sin sentido que sufren los negocios y cuya única intención es sacar para el refresco, el desayuno o el pago de la despensa de los inspectores. Ahora también hay que temer a las hijas de los servidores.
Parece que no basta con la desaceleración económica, los empresarios en México también tienen que luchar con la inseguridad, ahora no únicamente causada por bandidos y maleantes, sino por las hijas furibundas de los que tienen poder en México.
No, señores. A los empresarios hay que apoyarlos, no fastidiarlos. Me alegro que el presidente Peña Nieto esté metiéndole manos al asunto. Me da gusto que Ildefonso Guajardo, Secretario de Economía esté enterado de semejante barbaridad. Pero, hay algunas veces que ofrecer una disculpa no es suficiente.
El berrinche de Andrea Benítez no fue una simple pataleta, no fue un acto de prepotencia de una pequeña burguesa venida a más. No. Es el reflejo de la forma de actuar en una dependencia de gobierno. Se descorrió el velo. La Procuraduría del Consumidor no está para proteger al ciudadano, se usa para golpear, y eso es malo. Es un garrote al servicio de la estupidez.
Por eso, no basta con ofrecer una disculpa. Hay que limpiar la mancha, hay que arreglar ese cochinero.

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