Necedades y reproches

En esta vida hay dos cosas verdaderamente insufribles: las necedades y los reclamos. No se cuál de las dos es peor, pero si las mezclas la combinación resulta nefasta. La sumatoria de ambas es un diálogo de sordos y peor que eso, es el reflejo de una posición soberbia y egoísta.
Las necedades y los reclamos terminan por destruir y si no me creen fíjense en lo que pasa cuando dos niños juegan y no se ponen de acuerdo: termina el juego y se acaba la diversión. Eso está mal. Está peor cuando se trata de personajes que deciden el futuro de miles de personas, como sucede entre demócratas y republicanos.
Los legisladores en Estados Unidos no se ponen de acuerdo, se desgastan entre reclamos y necedades, cada uno se pertrecha en su bastión y no ceden ni un milímetro en su posición. A lo lejos se les ve como un grupo de mulas que por más que se les intenta jalar para otro lado, insisten en su rumbo, a pesar de que van al desfiladero. El presidente Obama trata de negociar formas que le permitan evitar mayor desempleo e impactos negativos para la economía norteamericana, y del mundo, pero los legisladores se encuentran más ocupados en necear y en reclamar que en fijar la mirada en el largo plazo. ¡Dios mío, líbrame de los necios, apártame de los reclamos!
Por su parte en la Ciudad de México, asambleístas y Jefe de Gobierno, necean y reclaman, se echan la bolita unos a otros, y dicen que el cobro al alumbrado público no fue idea de ninguno. Seguramente surgieron por generación espontánea. Nadie quiere asumir la responsabilidad de semejante ocurrencia, nadie quiere pagar los costos de tan impopular idea. Se me ocurre que al darse cuenta de que no les va a alcanzar con lo que hay en las arcas del Distrito Federal, pensaron en echar mano de la fórmula más simplista y cómoda: el contribuyente cautivo. Pensaron que al estar de vacaciones, la gente no se percataría y que cuando les cayera la cuenta encima sería demasiado tarde, pero no. Nos les salió el numerito. Ahora asambleístas y funcionarios del gobierno de la ciudad necean y se reclaman la paternidad de semejante idea. Yo me pregunto¿y si le cobraran impuestos a los ambulantes no obtendrían los ingresos que necesitan?, ¿y si regularizaran a todos los que se cuelgan de la luz con diablitos?,¿por qué fustigar al contribuyente cautivo?, ¿por qué no, por excepción, cobrarles a los que todo disfrutan y nada pagan? Claro, en lugar de figurar una mejor forma de salir adelante vemos reproches y sinsentidos. ¡Dios mío, líbrame de los necios, apártame de los reclamos!
Lo desastroso de quedarse atorados en los reproches y las necedades es la falta de miras, pareciera que el corto plazo es el horizonte. Al tener una visión tan limitada se pierden oportunidades valiosísimas para tender puentes y encontrar soluciones antes de tener los problemas encima. Con la bronca sobre la espalda todo resulta más difícil, mas caro, más complicado.
Es cierto, los ánimos se caldean, hay temas que se deben ventilar, posturas que se deben fijar, pero el reclamo calienta la sangre y nubla la vista. La necedad impide el avance, cierra puertas. Negociar es sentarse a la mesa con buena voluntad, con el propósito de alcanzar un acuerdo. Negociar no es imponer. El que inicia con reproches e insiste en su postura no avanza, sean demócratas, republicanos, jefes de gobierno, asambleístas, helenos o troyanos.
Por eso, no está mal pedirle a Dios que nos libre de los necios y nos aparte de los reclamos. Estaría mejor que aquellos que planean el destino de muchos aprendieran a negociar.

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