La movilidad en las áreas urbanas se ha convertido en el tema de moda. El transporte colectivo, dicen, ha de preferirse sobre el individual; caminar es mejor que manejar un automóvil y se ha de privilegiar el uso de bicicletas como un medio de transporte que presenta varias ventajas: es un vehículo que no contamina y el usuario se ejercita a la vez que se desplaza. La teoría que marca tendencia, luce de maravilla, sin embargo, las cosas desde un escritorio son muy diferentes a como son en el terreno de juego.
La Ciudad de México, una de las más grandes del mundo, busca sus caminos de movilidad moderna. Quiere privilegiar el uso de la bicicleta y lanzó el programa de ecobicis, muy similar al que existe en París, Barcelona o Londres . El problema es que ésta es una ciudad enorme, mucho más grande que cualquiera de las mencionadas y tiene problemas graves de movilidad. El transporte público es insuficiente, las calles están saturadas de automovilistas, llenas de baches, banquetas rotas y las autoridades pretenden que todos convivamos pacificamente compartiendo las vías de asfalto.
No se puede.
La teoría dice que la civilidad debe poder sentar las bases para que un ciclista avance entre un autobús y un camión de carga y se mueva entre coches mientras el peatón usa la banqueta. Me parece que eso es una locura. La velocidad de crucero, los intereses de cada uno, los tamaños y vulnerabilidad la son distintos. Un trailero no alcanza a ver por el retrovisor a un ciclista. Evidentemente al combinar estas variables enfrentadas, se genera un caos en vez de dar una solución.
Falta educacion vial.
Un conflicto entre un automovilista y un ciclista acabó, respectivamente, en el Ministerio Público y el hospital. Esas noticias se vuelven parte de la cotidianidad en la Ciudad de México. Rogelio Andrés Gallardo Muñoz, de 23 años, circulaba sobre Paseo de la Reforma para acceder a la ciclovía, pero el conductor Carlos Ramírez Sánchez, de 38 años, le impidió el paso y le gritó: ¡por eso los atropellan!”… además de otros insultos. Testigos señalaron que entonces, el ciclista pateó el espejo lateral del auto, sin romperlo. Así comenzó una discusión mientras ambos avanzaban, uno sobre la ciclovía y sobre la lateral, en la Colonia Juárez. Y a la altura de Milán, el conductor le aventó el auto a Gallardo Muñoz, hiriéndolo en la pierna y el brazo, además de causar destrozos en la ciclovía y en su propio vehículo.
No debió suceder, pero pasa todos los días. Estos incidentes se convierten en el pan de cada día. Ramírez Sánchez fue detenido y llevado a una agencia del Ministerio Público, donde determinarían su responsabilidad en las lesiones del ciclista y los daños al mobiliario urbano. Otro caso en el que un ciclista fue tirado de su bici, pero ahí, el vehículo implicado fue un camión de granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública. ¡Faltaba màs! El usuario de Ecobici Iván Ortega circulaba por la ciclovía cuando, a la altura de Villalongín, el camión dio vuelta a la derecha desde los carriles centrales.
Cuando digo que no hay educación vial, también me refiero a las autoridades.
A la altura de Ángel Urraza y Patricio Sanz, una viejita fue atropellada por un conductor de ecobicis que circulaba sobre la banqueta. La mujer caminaba lentamente cuando la ciclista dio vuelta a toda velocidad en la esquina y no pudo evitar arrollar a la anciana.
La movilidad es un reto del siglo XXI, no es un tema de moda es una cuestión seria. La gente está perdiendo vidas porque se ha puesto a convivir una serie de alternativas sin reglas y sin espacios propicios. Las invenciones y las ocurrencias están saliendo caras. Cada día hay gente accidentada, ciclistas heridos y que causan heridas.
Lo curioso es que estos ciclistas han desarrollado una arrogancia que los hace sentir personas a toda prueba y conductores a todo terreno. Van por donde no deben, invaden áreas que no les corresponden, van sin casco y sin protección. ¿Por qué se sentirán tan protegidos? ¿Por qué no se darán cuenta de su vulnerabilidad?
El problema es que no hay un espacio para que cada quien lo use y si lo hay, está invadido por alguien más. Las ciclopistas no son adecuadas y están llenas de autos que circulan por ahí sin ninguna pena. Las banquetas tienen puestos ambulantes que impiden el libre paso y las autoridades, desde el escritorio, piensan que la Ciudad de México tiene una propuesta de movilidad de última generación.
No es así. Falta educación vial y eso está costando vidas.