Día de muertos

En México el Día de Muertos es un día de fiesta. Se cierran negocios, se bajan cortinas y la gente corre al camposanto a ver a sus muertitos. Se trata de irlos a visitar, de llevarles aquello que en vida les gustó. Lo mismo comida, dulces, bebida que música, aromas o todo lo que los sobrevivientes recuerdan que el de la tumba disfrutaba en vida.
Los que no conocen la tradición podrán pensar que es una fiesta lúgubre y es todo lo contrario. Es una fiesta de colores y sabores única.
Hace años me tocó estar con mis primeras alumnas, (en aquellos tiempos muchas eran incluso mayores que yo) en Tepoztlán en estas fechas. Estábamos en el Campamento de Camomila en el paseo anual. Las más atrevidas le pidieron permiso a la directora de la escuela para ir al cementerio a ver lo que era el Día de Muertos. Ella, una mujer española, amantísima de los usos y costumbres mexicanas les dijo que sí, si y sólo si conseguían una maestra que las acompañara.
¡Claro! Fueron por mí, la más cómplice de todas. En el momento en el que la directora supo quién sería la maestra a cargo casi se le caen los lentes, pero sostuvo su palabra y después de miles de advertencias nos dejó ir. Sin embargo, a mi me guiñó el ojo.
El camino entre el campamento y el cementerio estaba oscuro, no se veía más que el pedazo de suelo que iluminábamos con una lámpara sorda. La verdad es que a pesar de que hacía frío, yo temblaba pero no por las bajas temperaturas. En cambio mis audaces alumnas iban felices de la vida, risa y risa. A lo lejos se veía un cuadrado grande de luz. Era el cementerio.
Al llegar a la puerta me sorprendí, la luz no se generaba con energía eléctrica. Los destellos amarillos provenían de cientos de ceras, veladoras y velas que estaban puestas a lo largo de las calles del panteón, alrededor de las tumbas o a la puerta de las criptas. La luz era intensa y reflejaba rayos amarillos de las flores de cempasúchitl.
Al entrar al cementerio dejamos de tener frío. Casi en cada tumba había anafres en los que los deudos le calentaban a sus muertitos los guisos que llevaban. Tamales, mole, tortas, tacos, gorditas, tlacoyos, cecina, pozole, menudo, un festival de comida mexicana en serio. Atole, café normal y de olla.
Tequila y el mezcal eran los reyes de la noche, pero también había ron y whisky. Las cervezas corrían por todos lados. No sé ni como, de repente, ya traíamos un jarrito de barro con atole de canela en las manos.
La gente se pasó toda la mañana limpiando y deshierbando las tumbas. Cepillaban las lápidas para que el nombre del muerto quedara libre de manchas y sin máculas de suciedad. Ya limpias, las adornaban con fores, principalmente de cempasúchitl, pero también había rosas, crisantemos, nardos, orquídeas, alelíes, poleos. Luego señalaron el perímetro con velas y en las esquinas los recipientes con copal o incienso. Había decorados llenos de sofisticación y otros sencillos. Papel picado morado, amarillo, verde, anaranjado, negro y blanco. Pequeños tapetes de aserrín, o de pétalos de flores. Muchas tumbas lucían la foto del enterrado.
A pesar de la luz de las velas, la bruma de los incensarios caminaba entre los pasillos de las tumbas. Por ahí se oía un trío, mas allá una marimba, un mariachi o una guitarrita. Algunos, los deudos más recientes, lloraban. La mayoría platicaban y compartían comida y bebida con sus vecinos de morada final.
A nosotras no nos costó trabajo integraremos a la fiesta. La gente, muy amablemente, nos hizo participes, compartían con nosotros sus recuerdos, sus anécdotas, su comida y su bebida. Hasta una cobija nos regalaron por si teníamos frío al regreso.
Recuerdo que en aquellos años no entendía cómo la directora se atrevió a dejar salir al cementerio a semejante grupo de chicas adolescentes, con una responsable como yo. Ahora sé que ella supo lo que íbamos a ver, que esa experiencia nos iba a marcar y que no habría problemas. Tomó un riesgo que le salió bien. Ese día alumnas y maestra aprendimos más que en el aula. Es, sin duda uno de mis recuerdos más entrañables ya que atesoro con gran cariño.
Al fin y al cabo ¿qué no se trata de eso? Sí, el Día de Muertos se trata de recordar a los que estuvieron y ya no están.

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