Ser ejemplo

Por años México fue considerado el hermano mayor de las naciones latinoamericanas, no se si nuestros hermanos del continente han estado de acuerdo o no con esta aseveración, ni mucho menos estoy enterada del origen de la misma. Lo cierto es que la tradición marca que los hermanos mayores deben de servir de ejemplo a los menores. En teoría, el ejemplo que se espera debería ser bueno.
Así las cosas, en el congreso de Uruguay, al momento de debatir la aprobación de una ley que legalice la industria de la marihuana, México fue citado como ejemplo. Como ejemplo de la forma en que no se deben hacer las cosas. Al sur del continente les resulta claro que tanto derramamiento de sangre, tanta violencia y pérdida de vidas no es la manera correcta de enfrentar el problema. Para los uruguayos la visión alrededor de la marihuana, lejos de ser un problema, es una oportunidad. Se apartan de las prohibiciones y buscan generar industria alrededor de la planta de la risa.
Que México sea citado como un mal ejemplo debe llamar a la reflexión. Las opiniones de los ex presidentes Fox y Zedillo se acercan más a la orientación de Uruguay. No es poca cosa que ambos ex mandatarios estén a favor de legalizar y regular el uso de la marihuana. No lo es, ya que ambos, en sus respectivos periodos, combatieron en forma seria el tráfico de drogas. A esta postura se suman exsecretarios de estado como Jorge Castañeda, Gómez Mont y representantes de la sociedad civil como María Elena Moreira.
La guerra y los muertos no han logrado exterminar la oferta. Se dan golpes importantes a los cárteles de la droga, se atrapa a las cabezas y la esperanza de que estas organizaciones delictivas desaparezcan una vez que sus líderes son encarcelados, desaparece en el momento en que nos enteramos de que donde había una banda criminal ahora hay dos o más. La demanda genera el crecimiento exponencial de sus actividades. La capacidad corruptora de estas bestias de siete cabezas se centra en los jóvenes y esto resulta más peligroso que los efectos de un churro de malayerba.
Muchos parecen querer seguir dando batalla pero el consumo de la hierba va en aumento. El comercio ilegal de marihuana se apareja con el de armas y los principales interesados no hacen nada por evitar que las armas, que dan poder a las organizaciones delictivas, dejen de cruzar la frontera. Tampoco veo a todas las familias ocuparse de la educación de sus hijos, ni de dar principios sólidos, vigilancia y acompañamiento para evitar que el consumo se propague.
El problema es complejo. Todos y cada uno debemos de tomar nuestra parte de responsabilidad, unos desde nuestras pequeñas parcelas, otros desde su amplio radio de acción. Familias y nación, padres y funcionarios.
Pero, imaginemos, por un momento, que uno que cultiva marihuana dejara de ser criminal y se convirtiera en agricultor. ¿Qué pasaría? ¿Habría más empleos? ¿Aumentaría la derrama económica? ¿Se notaría el efecto multiplicador? ¿Se modernizaría el campo? ¿Se volvería más productivo?
No lo sé y estoy segura de que en Uruguay tampoco, pero están dispuestos a averiguarlo. A veces la soberbia les impide a los hermanos mayores ver las cosas buenas que hacen los menores. Hay muchos ejemplos en los que los benjamines superan a los que llegaron primero. No me siento hermana mayor de ningún uruguayo. Me siento atraída por lo que sucede en esa pequeña nación del sur. Me parece que muy pronto estaremos citando su ejemplo y hablando de sus resultados. Me parece que Uruguay nos va a dar un buen ejemplo.Ojalá y así sea.

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