Los que buscamos a Dios

La fiesta cristiana de la Epifanía que es más conocida por la anécdota de los Reyes Magos, es la celebración de todos los que en el peregrinar en el mundo buscamos a Dios. La búsqueda tiene varias clasificaciones. La más sencilla es la que nos dice que hay quieres buscan a Dios porque lo aprendieron en casa y los que tienen la inquietud de encontrarlo desde su propia iniciativa.

Los que aprendimos a buscar a Dios en casa, tenemos la herencia de la tradición familiar. En el seno del hogar, Dios está inserto en la dinámica familiar. Ahí los padres, abuelos, tíos, hermanos, primos y hasta amigos compartimos esa búsqueda y forjamos comunidad a partir de la comunicación con Dios.

En cambio, los que buscan a Dios desde su propia iniciativa son personas que a partir de las virtudes y los valores experimentan la plenitud de ese encuentro. Tal vez, ellos no saben su nombre, los ritos, fórmulas, festividades, pero su vida da muestra de esa comunión con Dios.

La forma en que buscamos es lo de menos. Incluso hay quienes sin saberlo, lo buscaron y lo encontraron. La maravilla es que Dios no es un club de exclusividades, viene y es para todos. Los que buscamos a Dios lo sabemos y por eso, la festividad cristiana de la Epifanía nos recuerda esa verdad tan grande.

Una estatua de Jesús

La mujer pasa cerca de la banca que está frente a la iglesia. Ve un bulto y piensa que hay una persona dormida. Llama a la policía. Reporta que un vago está ahí, enrollado en una cobija. Teme por la seguridad del vecindario.
Sin embargo, no es un indigente el que ocupa la banca frente a la iglesia Episcopal de Saint Albin, en Davidson, Carolina del Norte. Es una escultura, una representación artística que está causando escándalo.
El escultor, Timothy P. Schmalz forjó con el bronce una figura humana recostada sobre una banca, cubierta con una manta de la que únicamente sobresalen los pies . Al aproximarse, se destacan las heridas de los clavos. Es Jesús, es el Nazareno representado como una de las figuras más vulnerables de la humanidad: la pobreza en su máximo extremo. La falta de hogar. La indígencia.
El escándalo no se hizo esperar. Muchos opinan que esa no es forma de representar al Hijo de Dios. Juzgan que es denigrante. Jesús no fue un vago, dicen y se desgarran las vestiduras. En todo caso Jesucristo sería el protector de los indigentes, no uno de ellos. Estiman que es una forma irrespetuosa de representar a Jesús.
La escultura genera contrapuntos. Efectivamente, no es una figura tradicional de Jesús y a muchos les irrita.
Pero a otros no sólo no los irrita, los conmueve. Al ver esa escultura sienten deseos de orar. Muchos se sientan en la banca y hablan con Dios. Eso es un milagro urbano. La gente interrumpe el vértigo de la vida, le bajan a la velocidad y se sientan a platicar con Jesús. Se conmueven ante la escultura, es Jesús representado en un acto de máxima empatía que toca el corazón de los creyentes.
A los que les escandaliza esta forma de representar a Jesús les recomiendo que relean el pasaje del Evangelio de Mateo 26: 37-40. ¿Cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer o sediento y te dimos de beber, forastero y te recibimos, sin ropa y te vestimos?… En verdad les digo que cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, lo hicieron conmigo. Jesús no se asume en el pedestal, se sabe parte de los necesitados.
Schmalz dice que su intención al hacer esta escultura es crear oraciones en tercera dimensión. Es tocar la trascendencia, pues es consciente de que el bronce durará más años de los que él pueda vivir y el cristianismo lleva siglos. Dice que muchas representaciones que ha visto a lo largo de su vida son obras de arte monumentales que no tocan el corazón del hombre. Pone como ejemplo muchas catedrales europeas, edificios monumentales que la gente visita como museos y que han dejado de ser espacios de oración.
Para mí la escultura es una pieza entrañable. A los que no les parezca una representación digna de Cristo les recuerdo aquello que Jesús le dijo a José de Arimatea —importante maestro de la Ley y rico comerciante—que nos dejó en el Evangelio de Mateo 8:20, los zorros tienen madrigueras, los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
No, Jesús no era un vago, en ello tienen razón los que se molestan con la escultura. No fue indigente. Es un Dios entre nosotros. Cercano. Una representación de esa solidaridad parece encontrarse en esta figura de bronce.
La escultura causa controversia, tal como el propio Jesús la causó en sus tiempos. Si está figura propicia el acercamiento, el recogimiento y la oración, ¡enhorabuena! Tal vez al sentarnos en esa banca se puedan escuchar las palabras del Evangelio de Mateo: vengan benditos de mi padre. Eso en estos días en una estupenda noticia y una mejor invitación.
¿Y a ti, qué te inspira esta escultura de Jesús?

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Las preguntas del Papa Francisco

El Papa Francisco tiene dudas y para despejarlas quiere preguntar. Tiene treinta y ocho preguntas muy concretas que no tienen nada que ver con el color de los ojos de los ángeles, ni con el tipo de llavero con el que San Pedro clasifica sus llaves. No. Francisco quiere preguntar para conocer de primera mano qué sufrimientos espirituales aquejan a las familias católicas.
Parece que ahora sí va en serio. El Papa se arremanga la sotana y se interesa por hacer lo que Cristo le pidió a Pedro: Apacienta a mis ovejas. Bergoglio asume el compromiso real que significa sentarse en la sede del Vaticano y deja a un lado, tal vez por lo pronto, los temas de alta teología y se ensucia las manos con el barro del que estamos hechos los humanos. Por fin, el Espíritu Santo es escuchado. Le susurra al Papa que lo urgente es atender la función de consolar. Paráclito quiere decir consolador.
Se le notan al Papa las ganas de abrir los brazos de la Iglesia para acoger a sus hijos y, como madre buena, apapachar, dar cariño. Se privilegia la mirada misericordiosa y se deja la actitud juzgona y justiciera que eleva el dedo índice para decir qué está bien y qué mal. Se empieza por reconocer la viga en el ojo propio y se pregunta por la paja del ajeno. ¿Qué te duele?, es la preocupación papal. Basta de marginar a la gente, no es bueno alejarla de los sacramentos. Los católicos hemos de ser influyentes. Hemos de obrar con amor.
Refundar la iglesia, así como Francisco de Asís. Así este Francisco quiere saber cómo afrontar la realidad de tantas parejas divorciadas y vueltas a casar, cómo incluir a los hijos de parejas gay, qué atención pastoral hay que dar a las nuevas figuras de convivencia que están sustituyendo a las familias tradicionales, qué hacer frente a la planificación familiar. En fin, el Papa Francisco está preocupado por lo que hoy necesitan las personas en el entorno y dentro de la realidad actual. ¿Qué necesitan de la Iglesia Católica?
¿A quién le importa si existe el limbo o no, si en la cotidianidad se vive en un infierno? El Papa está consciente. La Humanidad sufre en esta época, como seguramente ha sufrido en otras. Hoy la desesperanza colectiva va en aumento y lejos de necesitar las visiones de un juicio universal, se requiere de palabras amorosas de consuelo.
A mi me da un gusto enorme que el Papa se preocupe por disipar sus dudas y que para ello se acerque a su grey. Me alegro de que Francisco decida bajar hasta los fieles y preguntar. Ahí están las repuestas, no en cátedras de universidades prestigiosas que peroran sobre los más altos asuntos teologales.
Cristo, en sus días, supo convivir con todos, comía con publicanos, caminaba con prostitutas, reflexionaba con gente del Sanedrín, se preocupaba por la viudas y los desprotegidos, aliviaba enfermos, abrazaba leprosos, se acercaba a los niños, evangelizaba no desde el pedestal sino a nivel del suelo. Ahí dónde se tienen los pies en la tierra.
En el cielo, ángeles, arcángeles, santos y la corte celestial entera estarán sonriendo. María aplaudirá feliz. Por fin alguien se ocupa de lo que es realmente importante, de lo que en verdad les toca. Por fin alguien deja de interesarse en lo que pasa en los pasillos del más allá y se ocupará de lo que sucede con las criaturas amadas de Dios en la Tierra. Por fin alguien se ocupará del verdadero mandato de Cristo. Parece que ahora sí tenemos Pastor.
Ojalá ya lo dejen trabajar. Ojalá el Diablo no meta la cola. Espero, con el alma espero, que Francisco despeje sus dudas y por fin le desate los brazos a la Iglesia para que en ella pueda acoger a tanto ser humano que necesita hoy, en estos momentos de consuelo.

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