El éxito de Cuarón

Alfonso Cuarón se llevó la noche de la entrega de los Oscars. Gravity ganó siete de las diez categorías en la que estaba nominada y fue la máxima ganadora del evento. ¿De quién es el éxito de Cuarón? ¿Quién se debe sentir feliz ante semejante triunfo?
Desde que se dieron a conocer las nominaciones leo y escucho las alabanzas y diatribas al respecto. Por un lado, dicen, y es cierto, que Cuarón es el primer latinoamericano que se lleva el premio a Mejor Director, que es el mexicano dedicado al cine con mayores reconocimientos, que es un genio, que perseveró, que es un orgullo para México y está en camino de ser héroe nacional. Loas van y loas vienen. Por otro lado, dicen, y es cierto, que el cine mexicano ni se beneficia ni se perjudica con este éxito ya que la película es totalmente extranjera —lo dijo el propio Cuarón—, que el cine en México no supo aprovechar la época dorada, como sí lo hicieron Italia o la India. Después del descalabro de haber caído en el bache de encuaratrices y ficheras, la actividad está muy castigada, no hay suficientes apoyos, por eso los genios corren al extranjero a triunfar y los cineastas mexicanos son quijotes persiguiendo molinos de viento. Por lo tanto, México no tiene nada que festejar. Criticas van y críticas vienen. Hay quienes dicen que Gravity no es la maravilla que se publicita.
La verdad México merece dar más y mejores películas. Talento, temas, experiencia y ganas hay. Lo que falta son recursos, fomento e impulso. Este país es capaz de producir cine de buena calidad. Pero de eso se hace poco.
¿De quién es el éxito de Cuarón? Pues, evidentemente que es de Alfonso Cuarón, de su perseverancia, de la seguridad que tuvo en su proyecto de vida, de lo arraigado de su quehacer artístico y de su hambre por hacer lo suyo. El éxito es de él y de nadie más. También, sin duda de su equipo, de su staff y de la gente que creyó en él y lo apoyó. De sus incondicionales. Ahí que nadie más se forme en la fila, ya que de hacerlo estará entrando en el terreno del arribismo y del lamebotismo.
¿Quién se debe sentir feliz ante semejante triunfo? Todos. Ahí se abren las puertas y todo el que quiera demostrar respeto, gusto y admiración es bienvenido. Es de dar felicidad que alguien gane, que le vaya bien. Con más ganas si se trata de un paisano. Mejor si se trata de un migrante, de alguien que dejó su tierra primigenia para perseguir un sueño. El que no se alegre de este éxito es un mezquino, es un envidioso.
¿Tiene razón México al celebrar a Cuarón? Yo creo que sí. Ver a un mexicano de clase mundial, a un hijo de su tierra y de su barro que arrasa en territorio ajeno es para llamar a una celebración. Los que no se deben colgar las medallas son aquellos que debiendo fomentar al cine, los que debieron apoyar a los cineastas mexicanos, no lo hicieron. Ya sea por corruptos, por incompetentes, por ignorantes o por lo que sea, si negaron oportunidades, mejor ni sonrían.
Pero, no hay que ser tan duros. La industria cinematográfica a la que todos aspiran, no está, y por lo que se ve, ni estará en México. Todos tienen los ojos puestos en Hollywood. Enhorabuena, porque Cuarón le puso su nombre a la gala de los Oscars.
Por cierto, me alegro de que la Academia no haya castigado a Cate Blanchett por escasos que no cometió. Su actuación en Jazmín azulfue impecable y merecía el Oscar a mejor actriz.
Estamos de plácemes.

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