De fotografías y candidaturas

Dice Mario Vargas Llosa, en entrevista con Antonio Caño, director del paríodico español El País, que si la palabra es sustutuída por la imagen, peligra la imaginación. «Se corre el riesgo de que desaparezca la libertad, la capacidad de reflexionar e imaginar y otras instituciones como la democracia”, advirtió. Estoy de acuerdo, en la Antigua Grecia, cuando alguien se quería enterar de lo que pensaba otro, bastaba ir a la plaza pública y sentarse a escuchar al maestro. Antes, la forma de conocer era a través de la palabra y , claro está, en términos de política, del dicho al hecho hay mucho trecho. Sin embargo, aunque lo de concretar estaba por verse, exponer el contenido, las ideas, los propósitos es importante. Nos da idea de la altura de miras, de las aspiraciones y, ni duda cabe, eso es una buena pista para evaluar a un candidato a puesto de elección popular. 

Sí, el gran problema es que hoy vemos mucho y escuchamos poco. Tan pronto abrimos la puerta de la casa y salimos a la calle, nos topamos con la cara de alguien que quiere atrapar nuestra intención de voto. En las calles abundan los pendones, los espectaculares y hasta en el cine vemos esa cara. La vemos en todo sitio, en todo lugar, de cabeza, al derecho, en impresos y en digitales. No sabemos quién es, qué piensa, cuáles son sus propuestas y lo único que tenemos para evaluar, es un rostro. Las campañas políticas se están basando en las fotografías que sustituyen las propuestas, los discursos, las ideas. Es, por mucho, el único material que nos dan para conocer a los que aspiran a un escaño, a gobernar una delegación política, un municipio, un estado. 

Y, en el colmo de la falta de palabras y del abuso de la imagen, vemos candidatos que no saben sonreír, que se les ve incómodos frente a la cámara. Estamos inundados de caras con sonrisas plásticas, con expresiones de botox, con líneas de ácido hialurónico, con maquillaje excesivo, con peinados de cartón. Lo mismo de candidatas que de candidatos. Los más hermosos salen beneficiados, pero no basta. Además en el delirio de la irreflexión, muchos de estos bellísimos personajes, imprimen fotos que en vez de invitar al voto, parece que están pidiendo un puñetazo en la cara. Son hermosos pero tienen algo que molesta.

Hay candidatas que caen mal por lo artificial que lucen en la imagen y candidatos que parece que estan oliendo algo putrído. ¿Será que no revisaron las fotos o que la elegida fue la mejor? Tal vez Vargas Llosa tenga razón a medias. Tal vez la imaginación nos lleve a pensar que el de la foto, no tuvo tiempo de arreglar la imagen o no tuvo el cuidado de elegir algo mejor o no hubo forma de poner una cara adecuada. En todo caso, la foto activa la imaginación y nos hace pensar si la persona que está en la pancarta hace sentir simpatía o rechazo. 

En donde sí tiene razón Vargas Llosa es que ese pequeño reducto que nos dejan al sustituir la imagen por las palabras es tan diminuto que no da para hacer una reflexión profunda. Así, con una fotografía, nos lanzan al juicio más primitivo y tenemos que confiar en el instinto animal que se activa al ver la fotografía, ¿qué me dicen las entrañas? ¿Me gusta esa cara o me asusta? 

No sabremos si hicimos una valoración adecuada de la persona, ni si el día de la foto tenían gripa, dolor de panza o si al señor del photoshop se le pasó la mano. ¿A eso se reduce el ejercicio de imaginacion que nos deja la practica democrática? Parece que sí.

  

2 comentarios (+¿añadir los tuyos?)

  1. Valdemar Ramírez
    Abr 28, 2015 @ 08:44:49

    Buen texto, Cecilia.

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