Hay algo mágico en las mañanas de sábado. Ese despertar sin prisas o ese primer sorbo de café tienen un sabor especial. Desayunar entre sábanas hace que la fruta tenga colores más brillantes y que la textura del pan tostado toque la perfección.
En esos primeros minutos de la mañana de sábado está el hechizo que detiene las preocupaciones semanales, las pospone, las avienta hacia adelante. No hay lugar para dolores ni aflicciones. No. Es un espacio reservado a sentir la belleza de un músculo que se estira, un bostezo que de un bocado nos llena de vida y expulsa el cansancio.
El jugo de toronja tiene el tono de rosa perfecto y el sabor del mamey recupera los sueños que se desgastaron de lunes a viernes. ¡Benditas sean las sábanas que nos envuelven las mañanas de los sábados! En ellas se acuna la sonrisa más sencilla y el corazón se aligera.
No hay mejor medicina para la vida que abrir los ojos y darte cuenta de que es sábado. En ese parpadear que nos trae a la conciencia, que nos separa del mundo de los sueños, el regalo de enterarse que no hay que saltar de la cama y entrar al vértigo de lo que sigue es un bálsamo que deja lista la voluntad para lo que ha de venir.
No hay mal que resista la mañana de un sábado, ni pena que pueda con la satisfacción de despertar despacito. La cabeza en la almohada, el cuerpo entre cobijas, la voluntad quieta y los sueños que si quieren se echan a volar y si no, no. Esa es la maravilla de la mañana de un sábado.
Mañana de sábado
21 Feb 2015 Deja un comentario
en Reseña Etiquetas:#201blogging, descanso, relajación, Sábado
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